jueves, 7 de enero de 2016

Cuestión de energía

         La energía, uno de los elementos más importantes de la civilización. Pero, ¿qué es exactamente? La verdad hay varias definiciones. A mí personalmente me gusta definirla como la capacidad de realizar un trabajo, ya que ilustra perfectamente su función. No es algo que en sí sea útil, sino algo por medio del cual lograremos multitud de fines.

         La energía ya se usaba desde tiempos antiquísimos. Cuando el ser humano descubrió el fuego, empleó su energía calorífica para calentarse y para cocinar la carne cruda. Y si nos ponemos puristas, podríamos decir que incluso antes se usaba, ya que nuestros cuerpos se mueven y realizan las funciones vitales gracias a multitud de reacciones bioquímicas que liberan energía.

         A medida que tanto la población humana como sus necesidades aumentaron, también aumentó la necesidad de energía. Hasta tal punto que hoy en día deben producirse ingentes cantidades de ella. Para hacernos una idea, en 2012 se consumieron aproximadamente 5,6x1020 J. Lo cual bastaría para encender 295.000.000.000 lámparas de 60 W durante un año.


         La cantidad de energía que es necesario producir es tan ingente que se crean graves problemas. Existen muchos modos de producirla, aunque tradicionalmente el método más popular es el uso de combustibles. Se trata de una reacción de combustión simple, en donde un combustible reacciona con oxígeno, generando dióxido de carbono (CO2) y agua. Y eso si el combustibles fueran sólo hidrocarburos (hidrógeno y carbono únicamente), ya que si nos encontramos otros heteroátomos como el nitrógeno o el azufre, se producirían los correspondientes óxidos.

         En la Antigüedad, en la Edad Media y la Edad Moderna, esto no suponía ningún problema, debido a la baja población y a las reducidas necesidades energéticas. Hoy en día, sabemos que el CO2 es el principal gas de efecto invernadero, que eleva la temperatura del planeta. Y su producción actualmente es tan elevada que sus efectos ya son notorios. Sólo hay una excepción, y es que se ha comprobado en las burbujas de aire atrapadas en el hielo de Groelandia, que hace unos 2.000 años la concentración de CO2 subió anormalmente, coincidiendo con la época de apogeo del Imperio Romano. Al parecer, por aquella época se logró un desarrollo tan elevado, que incluso su quema de combustibles lograba influir en el CO2.

         No obstante, el problema que hay actualmente es mucho más grave, lo cual nos obliga a pensar en soluciones. Pero antes hemos de preguntarnos, ¿cuáles son las principales fuentes de CO2? Pues bien, corresponden a la quema de combustibles fósiles, el transporte y la generación eléctrica. Pero en muchos casos estos dos últimos factores podemos introducirlo en el primero, ya que el transporte casi siempre obtiene su energía de combustibles fósiles, y la generación eléctrica en gran parte también procede de combustibles fósiles.

En la generación eléctrica, juegan un papel importante las energías renovables y la energía nuclear, ya que son las únicas energías que están libres de emisiones contaminantes. Pero existen claras desventajas. Las energías renovables en verdad empezaron a tener importancia hace poco tiempo, no están aún demasiado desarrolladas y muchas veces no resultan rentables, ni de interés para las compañías eléctricas. En muchos casos subsisten gracias a las ayudas públicas. Aunque en ese sentido ha habido grandes avances. En 2013 en España, la mayor producción de energía fue debida a la eólica, con el 21,1% del total, seguida muy de cerca por la energía nuclear. La primera vez que una energía renovable iba en cabeza.

Un tema polémico es el coste de estas energías. He buscado información, pero en muchos casos ésta está sesgada tanto por defensores de dichas energías como por sus detractores, ergo es difícil tener una opinión objetiva.

Aun así, con el uso de combustibles fósiles se puede reducir la emisión de CO2. Eso depende del número de átomos de carbono que tenga cada molécula de combustible. Por ejemplo, la gasolina tradicional, que es una mezcla de hidrocarburos, mayoritariamente el octano (C8H18). Éste posee ocho átomos de carbono en su estructura, con lo cual en su combustión desprenderá ocho moléculas de CO2. El butano (C4H10), sólo tiene cuatro átomos de carbono, por lo que sólo desprenderá cuatro moléculas de CO2. Con lo cual, lo deseable es ir disminuyendo el tamaño de la molécula todo lo posible. Podemos llegar hasta el metano o gas natural (CH4), con un solo carbono en su estructura. Se trata del hidrocarburo que menos CO2 emite. Pero, ¿por qué no seguir avanzando? ¿Y si quitamos el último carbono? Pues lo que tendremos será hidrógeno (H2), que al reaccionar con oxígeno genera grandes cantidades de energía, y el único gas producido es agua.

Por otra parte, este procedimiento que hemos seguido, aparte de ser ambientalmente beneficioso, también lo es energéticamente. El octano produce al quemarse una energía de 46,75 J/g. La del butano es de 49,58 J/g. La del metano de 55,62 J/g. Y la del hidrógeno 143 J/g. Es decir, bajar la cantidad de carbonos reducirá las emisiones de CO2 y aumentará la eficiencia energética. Esto ocurre porque el carbono interfiere negativamente en el proceso de combustión.

Y, ¿por qué no vemos a nadie por ahí conduciendo coches a hidrógeno? Porque el hidrógeno es increíblemente poco abundante en este planeta. Su concentración en la atmósfera es de apenas 1 parte por millón. Y obtener hidrógeno es un proceso absurdo. Se podría tomar agua (que es muy abundante), y por electrolisis convertirla en hidrógeno y oxígeno, que posteriormente habría que separar. Todo este proceso consumiría más energía de la que se generaría después, por ello es trata de un proceso absurdo.

Por tanto, descartamos el hidrógeno como fuente de energía. Podemos observar el hidrocarburo inmediatamente superior, que es el ya mencionado metano, que produce una gran cantidad de energía, con unas mínimas emisiones de CO2. En cuanto a la disponibilidad del mismo, se trata de un hidrocarburo muy abundante. Existen multitud de países con yacimientos de gas metano, lo cual aporta otra ventaja. Pues otros hidrocarburos de mayor peso molecular se obtienen del petróleo, recurso que sólo se encuentra en ciertos países, los cuales se caracterizan por una gran inestabilidad política y social. Con lo cual, el petróleo está muy sujeto a los vaivenes que sufre Oriente Medio, cosa que con el metano no ocurre, ergo se trata de un recurso muy importante.

¿Podría haber coches que funcionan con metano en vez de con gasolina? La respuesta es sí, y de hecho ya existen y se comercializan. Aunque en España aún está muy poco extendido, en el resto de Europa cada vez hay más coches a metano y gasolineras que lo proporcionan. El principio de funcionamiento de un motor así es similar al motor de gasolina. Con lo que disponiendo de un coche de gasolina, con unas mínimas modificaciones se puede convertir en un coche a metano. En cambio, con un coche diésel, al tener el motor un funcionamiento bien distinto, sería necesario cambiar todo el motor.

Otra ventaja que ofrece el metano es su coste inferior al de la gasolina o el diésel. A continuación se detalla una comparativa de tres modelos de Seat León. Uno diésel, otro a gasolina y el último a metano. Como se puede ver, a pesar del superior precio de un coche a metano, lo compensa con un muy inferior coste en combustible.

Modelo
Precio €
Consumo L/100km
Combustible €/L
Coste 100 km
León 1,6 TDi
22.170
3,8
1,35
5,13
León 1,4 TSi
20.580
5,2
1,4
7,28
León 1,4 TGi
22.690
3,5
1
3,5

         Hay quien en estos días esté más a favor de usar un coche eléctrico que uno de combustible, por el tema de las emisiones. Hay que tener una cosa en cuenta. La electricidad NO es una fuente de energía, sino un vector de energía. Esto quiere decir que lo que hace la electricidad es generarse a partir de una fuente energética, transportar esa energía hasta donde deba usarse, y por último esa electricidad se transforma en el trabajo que haya que hacer. Dicho de otro modo, la electricidad es una moneda de cambio para el transporte de energía. Si yo conduzco un coche eléctrico, no estoy generando ninguna emisión, pero la electricidad que estoy usando, tal vez sí que tuvo emisiones durante su producción, con lo que no hemos hecho ningún favor al medio ambiente. Es más, lo hemos perjudicado, porque en el proceso de generación, transporte y posterior consumo, hay pérdidas de energía, lo que hace que se necesiten realizar más emisiones contaminantes para producir la misma cantidad de energía.

         En ese sentido un combustible es una ventaja, ya que al quemarse, la energía se genera y se consume en el mismo lugar, con lo que las pérdidas son mucho más leves, y más aún si hablamos de un coche a metano. Es decir, los combustibles sí que son fuentes de energía.

         Y por último, pero no por ello menos importante, no me gustaría irme sin hablar de la energía nuclear. Un tipo de energía bastante polémico actualmente. A grandes rasgos, consiste en obtener energía a través de ciertas reacciones nucleares; es decir, reacciones en las cuales cambia la naturaleza de los átomos implicados. Existen fundamentalmente dos maneras de obtener energía nuclear: la fisión y la fusión.

         La fisión nuclear, que es el método que nosotros usamos, consiste en tomar átomos de peso molecular muy grande, como el uranio, el cual es bombardeado neutrones. De esta manera, el uranio se vuelve inestable, y se divide en fragmentos más pequeños y en más neutrones, que continúan colisionando con estos fragmentos, generando una reacción en cadena que produce energía. Ésta energía es empleada para calentar agua hasta que se convierta en vapor, y este vapor mueve las turbinas que produce energía.



Como se puede observar, en el proceso no se han generado emisiones, se trata de una de las grandes ventajas de la energía nuclear. Pero el gran inconveniente llega cuando las barras de uranio se agotan, y se transforman en residuos radiactivos, los cuales es necesario almacenar en instalaciones adecuadas hasta que pierdan su radiactividad.

Por ello, existe otra opción más atractiva: la fusión nuclear. Consiste en todo lo contrario. Bajo la acción de grandes presiones y temperaturas, se logra que los núcleos de hidrógeno se fusionen, dando lugar a núcleos de helio, que es un gas noble. Durante esta reacción se genera energía. Todo este proceso no conlleva ninguna emisión contaminante, ni deja residuos radiactivos. Tanto el hidrógeno como el helio son elementos de sobra conocidos e inocuos. Y el hidrógeno es fácil de obtener a partir de la electrolisis del agua, que a diferencia del caso anterior donde lo usábamos como combustible, se genera más energía de la que se consume en su obtención, por lo que el proceso es rentable.

De hecho, la fusión nuclear es el mismo método que usan las estrellas como nuestro Sol para producir luz y calor, realmente no sería más que una copia de ello. ¿Y si tan ventajosa es esta forma de energía, por qué aún no se emplea? Pues debido a que aún no está desarrollada. Hay que darse cuenta de que para ello hay que generar en la Tierra unas condiciones de presión y temperatura similares a las del interior de una estrella, cosa que entraña muchos peligros. Una alternativa a ello sería la fusión fría, proceso similar, pero en unas condiciones mucho más suaves. Esta alternativa está en estudio, y confiemos en que pronto se halle una solución.


Así que, a fin de cuentas, hemos de concluir que aún no se ha desarrollado la fuente de energía definitiva. Por ello es tan importante seguir investigando para hacerlo, ya que nuestro modelo energético es inviable, y sólo se mantendrá por tiempo limitado. 

viernes, 4 de diciembre de 2015

Esmog fotoquímico

Desde hace unos días es noticia esa famosa boina de contaminación que se extiende por Madrid. Se trata de un grave problema que las autoridades tratan de paliar como pueden. Pero, ¿qué es exactamente esa contaminación y de dónde proviene? Intentaremos responder a estas cuestiones.

         La causa de esa contaminación no es otra que el llamado esmog fotoquímico. La palabra esmog es un anglicismo que proviene de “smoke” (humo) y “fog” (niebla), debido al aspecto que tiene dicha contaminación. Para que se produzca deben darse tres condiciones: alta densidad de tráfico e industria, condiciones meteorológicas y orográficas que permitan el cierre del sistema y elevado grado de insolación.

         La principal causa del esmog fotoquímico es el tráfico, básicamente lo que sale por el tubo de escape. Recordemos (y si no lo recuerdan, se lo digo) que a el motor de combustión interna necesita un combustible (la gasolina o del diésel) y también un comburente (el oxígeno del aire), para que ambos mezclados produzcan la combustión que pone en marcha los pistones que mueven el coche. 

         La combustión es una reacción de oxidación, donde los hidrocarburos presentes en la gasolina o diésel se “queman” hasta formar monóxido de carbono (CO), dióxido de carbono (CO2) y agua (H2O). Pero como hemos usado aire como comburente, que aparte de oxígeno también contiene nitrógeno (N2), este último también se “quema”, formando dióxido de nitrógeno (NO2). Por otra parte, no todo el combustible se quema, de modo que quedan rastros de hidrocarburos inquemados. Toda esa mezcla no puede salir a la atmósfera porque es extremadamente contaminante. Por ello todos los coches disponen de un convertidor catalítico, cuya función es oxidar el CO y los hidrocarburos inquemados a CO2, y reducir el NO2 a N2. De modo que lo que sale por el tubo de escape es CO2, N2 y H2O. Siendo los dos últimos inocuos, y el primero es inocuo para nosotros, aunque no tanto para el medio ambiente.

         El problema es que el convertidor catalítico no es 100% eficiente, con lo cual siempre va a haber restos de hidrocarburos inquemados, CO y NO2 en el tubo de escape. La concentración de estos contaminantes es muy baja y nada preocupante, pero en una gran ciudad como Madrid, con tantos coches, todos estos contaminantes pueden acumularse y suponer un problema.

         Pero para que tal cosa se dé, debe haber unas condiciones meteorológicas y orográficas que lo permitan. Es decir, los contaminantes tienen que quedar atrapados, de modo que se acumulen y su concentración aumente. Esto ocurre cuando se da una inversión térmica.

         Habitualmente, al subir de altitud, el aire se va enfriando gradualmente. En una inversión térmica se da la situación opuesta; es decir, una capa de aire frío queda por debajo de otra capa de aire más caliente. Las causas de este fenómeno son varias y muy extensas de explicar, con lo cual no voy a tratarlas. Pero la consecuencia fundamental de este fenómeno es que todos los contaminantes no pueden salir de esta capa de aire frío que se forma, con lo cual se van acumulando.

         Pero no basta con esto. Ahora interviene la tercera condición, que es la insolación; es decir, debe haber una exposición al sol, por ello este fenómeno tiene el nombre de fotoquímico. Porque se producen una serie de reacciones catalizadas por la luz solar, que en sí son bastante complejas, pero básicamente lo que ocurre es que el NO2 se degrada a NO, produciendo ozono (O3), y también se forman muchos radicales como el O·, el HOO· y el HO·, que actúan como intermediarios para que los hidrocarburos inquemados y CO se oxiden a compuestos como aldehídos, nitrato de peroxiacilo (PAN) etc, altamente contaminantes.

         De esta manera, se forma la neblina contaminante que conocemos como esmog fotoquímico. Sus principales efectos son la pérdida de visibilidad, las plantas tienen dificultad para realizar la fotosíntesis. Y además, a nivel humano, provoca diversos problemas respiratorios y debilita el sistema inmunitario.

         Multitud de ciudades se han enfrentado a este problema. Dado que la principal causa es el tráfico, una de las mejores medidas es tratar de reducirlo. Como por ejemplo permitiendo un día acceder al centro sólo a coches con matrículas pares, al día siguiente sólo a coches con matrículas impares, y así consecutivamente. Limitar la velocidad para evitar una mayor emisión de contaminantes. E incluso una medida mucho más eficaz, que es ofrecer transporte público gratuito.




         Sea como fuere, la resolución de este problema está en manos de los usuarios de vehículo privado. Tal vez sea hora de aprender que nuestras acciones tienen consecuencias, aunque no lo parezca. 

sábado, 28 de noviembre de 2015

Círculo

Los viajes en el tiempo no están inventados, no están inventados… aún. Pero en el año 2034 sí que lo estarán. Un grupo de investigadores de una prestigiosa universidad logró construir una máquina que lo permitía. Actuaba creando un agujero de gusano artificial y temporal entre dos puntos del tejido espacio-tiempo. Es decir, que además de viajar en el tiempo, también permitía viajar en el espacio. Lograron enviar animales como perros o gatos algunas horas hacia el futuro, confirmando que dichos viajes no resultaban nocivos para los seres vivos.

         El rectorado de la universidad era muy reacio a publicar estos resultados. Tenía demasiado miedo a la inquietud que podría provocar la revelación al público general de estos hechos, que sin duda eran revolucionarios. De modo que los investigadores actuaron con prudencia y evitaron mencionar nada del asunto. No obstante, no dejaban de preguntarse cómo se resolverían las paradojas temporales. En especial la paradoja del abuelo. Si yo retrocedo en el tiempo y mato a mi abuelo, no podré nacer, entonces mi abuelo no habrá muerto. Era una cuestión que intrigaba mucho, sobre todo al doctor Wilson, que lideró dicho proyecto, y además él mismo diseñó las ecuaciones para que éste pudiera ser posible.

         Wilson era una persona muy solitaria, totalmente volcada en el trabajo. Su ambición era lo único que movía su vida, y en ese momento no podía pensar en otra cosa que no fueran las paradojas temporales. Sentía una necesidad interna de comprobarlo de primera mano, y tomó una arriesgada decisión: matar a su abuelo.

         Con la excusa de realizar algunos ajustes técnicos a la máquina, logró entrar en el laboratorio, y puso en marcha su plan. Fijó la fecha del 29 de agosto de 1952 y se convirtió en la primera persona en viajar en el tiempo. El viaje apenas lo notó. Nada más activar los circuitos temporales, se vio de repente en medio de un campo. Dejando la máquina bien oculta, puso rumbo al pueblo natal de su abuelo, que no estaba muy lejos. Aquel pueblo era muy pequeño, de no más de 200 habitantes con lo que encontrar a su abuelo no fue difícil.

         Mientras caminaba por la calle principal, le vio viniendo de dirección opuesta. En ese momento, Wilson se quedó paralizado, no era apenas consciente de lo que veía. Su abuelo comenzó a mirarlo de forma extraña, al ser él un forastero. Pero entonces, se escuchó un ruido en una casa cercana, lo que provocó que el abuelo se girara hacia atrás para observar lo que había ocurrido. Y Wilson aprovechó para reponerse, sacar su pistola, apuntar y acabar con la vida de su abuelo.

         Lo había hecho, su abuelo yacía sin vida en el suelo. La gente empezó a asustarse, y Wilson huyó del lugar del crimen a toda prisa. Cuando logró ponerse a salvo, comenzó a pensar acerca de lo que había pasado. Él seguía vivo, ¿cómo podía ser posible? No encontró respuesta. Lo único que pudo hacer es regresar a su tiempo. De modo que se dirigió a la máquina y puso rumbo a casa, justo después de haberse ido, para no levantar muchas sospechas.

         En cuanto llegó a su laboratorio, algo extraño pasaba, no parecía su laboratorio, los objetos y equipos parecían distintos. Lo primero que pensó es que habría llegado a otro laboratorio distinto. Pero no, pudo comprobar que era el suyo, o el que al menos, estaba donde debía estar el suyo, aunque no era su laboratorio. Wilson estaba desconcertado, salió a fuera y observó la placa que había a la entrada, donde debía poner “Wilson Ph. D.” en realidad ponía “Mason Ph. D.”. Mason era uno de sus colegas, algo muy raro pasaba.

         Mientras se dirigía a la salida, se cruzó precisamente con Mason, pero ni siquiera le saludó, no parecía conocerle. Entonces Wilson comprendió la verdad. Al matar a su abuelo, había creado una nueva realidad alternativa en donde él no había nacido, era el Wilson de esa realidad el que no había nacido, no él. Él seguía existiendo porque en su realidad su abuelo no fue asesinado. De modo que estaba allí atrapado, en un lugar en el que técnicamente no existía. Había resuelto la paradoja temporal del abuelo, pero debía regresar a casa, donde tenía una vida. De modo que la solución más viable era regresar a 1952 y evitar matar a su abuelo.

         Fue corriendo hacia su laboratorio, se subió a la máquina y regresó a 1952, a un lugar un poco alejado de donde llegó la primera vez. Después se dirigió inmediatamente al pueblo, y se encontró consigo mismo buscando a su abuelo, que quedó estupefacto ante tal encuentro. Wilson le explicó todo lo que había pasado, e intentó convencerle de que no lo hiciera. Pero el otro Wilson era muy obstinado, y quería comprobarlo de primera mano. No había otro remedio, Wilson trató de quitarle la pistola a su alter ego, y el forcejeo recibió un disparo suyo. Cayó al suelo y quedó muerto. El otro Wilson era ahora libre para realizar su experimento, y lo hizo todo de la misma manera que su anterior yo. Mató a su abuelo, regresó al futuro, y comprendió lo de las realidades alternativas.

Era momento de recuperar su vida, pero sabía lo que pasó con su otro yo. De modo que diseñó un plan. Se escondió en una casa abandonada, enfrente del lugar donde mató a su abuelo. Se encontraba mirando a través de la ventana. El plan era disparar en el pie a su otro yo, para evitar la muerte de su abuelo. Después ya podría recogerle y curarle. En cuanto les vio a los dos frente a frente, sacó la pistola y apuntó. Pero al avanzar un paso adelante para tener mejor visión, pisó un tablón en mal estado, y se cayó por el agujero que dejó, perdiendo la vida en aquella caída. De esa manera, su otro yo pudo tranquilamente matar a su abuelo.


Así se cerró el círculo, y como consecuencia resultó que el abuelo del Wilson fue asesinado por una persona que nunca existió. 

domingo, 18 de octubre de 2015

Benditas unidades

Metros, julios, vatios, segundos, amperios, kilogramos… entre otras muchas más son las malditas rameras que cada día nos hacen la vida imposible, sobre todo a los estudiantes. Y es que, ¿quién no ha tenido problemas en el colegio o el instituto con estas pequeñas enviadas del demonio? Los profesores no nos paraban de repetir: “Poned SIEMPRE las unidades”. Es una costumbre muy típica de estudiante de secundaria o bachiller dar el resultado en número, pero sin poner unidades.

         Lo cierto es que según ha enseñado la experiencia, las unidades son como unos monstruos de increíble poder. Si no los controlas, te atacarán y acabarán por destruirte, pero si logras controlarlos, tendrás un gran poder que supondrá para ti una enorme ventaja sobre los que no lo tengan. Por ello, debemos cambiar un poco el chip, y ver las unidades desde otro punto de vista.

         Dentro de lo que cabe, hemos tenido suerte con el sistema de unidades que nos ha tocado: el Sistema Internacional (SI). Este sistema otorga un valor arbitrario a la unidad de cada magnitud, y después, con los sucesivos prefijos como centi-, kilo-, mili-, micro-, nano-, etc, se nombran los distintos múltiplos de esa unidad en un sistema decimal, con lo que su manejo es muy sencillo. Cifras que podrían ser muy altas o muy bajas, se manejan más fácilmente poniendo esos múltiplos. 


         Por ejemplo, la unidad del SI estándar para medir el espacio es el metro, pero si quisiéramos expresar la distancia que hay entre los átomos de las moléculas de agua, tendríamos que expresarlo en nanómetros: 0,0957 nm. Imagínese hacerlo en metros, estaríamos hablando de 9,57x10-11 m, o sea 0,0000000000957 m. Una cifra difícil de manejar, y más aún si hay que hacer operaciones matemáticas con ella. Por tanto, manejando bien las unidades y sabiendo las equivalencias entre los múltiplos, facilitaremos en gran medida los cálculos.

         Cosa distinta ocurre en algunos países anglosajones, donde por pura cabezonería no adoptan el SI, y deben seguir manejándose con pulgadas, yardas, galones, pintas, etc. Que cuando se trasladan a magnitudes más complejas que el espacio o el volumen, como la presión o la densidad, se complican bastante. En verdad, para usarlo en ciencia, es un sistema poco lógico, y por tanto hemos de estar agradecidos de poder usar el SI.

         Conocer bien las unidades, también puede ayudarnos en otros aspectos, como al no conocer las fórmulas. Pues las unidades de las distintas magnitudes a veces están relacionadas entre sí, y si se conoce esa relación, muchas veces no es necesario aprender toda la batería de fórmulas físicas que se requiera, o también incluso nos pueden sacar de algún aprieto si se nos olvidase accidentalmente la fórmula. Por ejemplo: debo calcular una fuerza, pero no conozco la fórmula necesaria. En cambio, sé que la fuerza se expresa en Newtons (N), que equivalen a kg·m/s2. Los kg son unidades de masa, mientras que los m/s2 son unidades de aceleración. Pues voilà. La fórmula es: masa multiplicada por la aceleración.

         Por otra parte, muchas veces ocurre que creemos saber la fórmula, pero en realidad es incorrecta. En esos casos también nos ayudan las unidades. Porque en toda fórmula, las unidades de cada variable también se operan entre sí, y al final, la unidad resultante tiene que ser igual a la unidad que debería tener la solución, si no, es que hemos cometido algún error. Por ejemplo: si quisiéramos calcular la fuerza gravitatoria que ejerce la Tierra sobre una persona, habría que usar la siguiente fórmula:

Donde F es la fuerza gravitatoria, G es la constante de gravitación universal, M es la masa de la Tierra, m es la masa de la persona, y r es la distancia entre ambos. Sus unidades son, respectivamente, N, m3/kg2·s2, kg, kg y m. Veamos cómo se operan:


Ahora simplifiquemos los términos:



Y recordemos que kg·m/s2 eran unidades de Newtons. De igual modo, si esta operación hubiera salido mal, no sólo sabríamos que está mal, sino también qué término falta, analizando las unidades resultantes. Si hubiésemos metido la pata no poniendo la masa de la Tierra, las unidades resultantes serían m/s2. Y se ve claramente que para que sean Newtons, falta un término de masa, después ya sería cuestión de localizar ese término e incluirlo.


En definitiva, demos de desterrar esta mala imagen que tienen las unidades, y empezar a usarlas en nuestro favor. Y nuestras vidas serán más sencillas. 

viernes, 16 de octubre de 2015

No es la cantidad, es la concentración

¡Saludos lectores! Lamento mi ausencia, en verdad no tengo excusa para justificarla. No obstante, ahora que tengo un tema interesante que tratar, creo que es de justicia compartirlo con ustedes.

El otro día, mientras hablaba con mi madre, me contó lo que le pasó una vez. Mientras preparaba comida, le echó demasiada sal y encontró un truco para que estuviera menos salado: echar más agua. Y le dije que en verdad lo que había pasado es que había la misma cantidad de sal, lo que había cambiado es el volumen total, por lo que la salinidad disminuye. Mi madre no me creyó, y siguió sosteniendo que la cantidad de sal había bajado.

No es tan difícil de comprender, la salinidad es la concentración de sal, que se mide en diversas unidades, como por ejemplo gramos por litro. Lo que significa esto es que se divide la masa total de sal entre el volumen total de agua, con una fórmula como ésta:

Matemáticamente hablando, hay dos maneras de bajar la salinidad, o se disminuye la cantidad de sal, o se aumenta el volumen de agua. Y volviendo al ejemplo de la comida, dado que es muy difícil extraer la sal, la solución más viable es añadir agua. De ese modo, manteniendo intacta la cantidad de sal, disminuimos la salinidad.

Y este concepto tan sencillo de entender me ayuda a enlazar con otro tema que no es tan bien comprendido por la población general. Siempre se ha hablado de la peligrosidad de los compuestos químicos. Por poner un ejemplo, envases que contengan bisfenol A. muchas personas se horrorizarían al pensar en tomar comida de un envase semejante, cuando influyen diversos factores, pero el más importante de todos es, sin duda, la dosis; es decir, qué cantidad de ese tóxico se introduce en nuestro cuerpo, y en qué volumen está diluido. Pues ocurre como en el caso de la sal. Si está muy diluido, no habrá efectos, y estos efectos aumentarán a medida que mayor sea la concentración.

Lo que quiero decir con todo esto es que un compuesto químico no es tóxico per se, sino en función de la dosis. Y que tomar la misma cantidad puede tener efectos distintos en distintos volúmenes. Por ese motivo, todos los compuestos químicos potencialmente nocivos, tienen una concentración límite que deben tener en los diversos productos de consumo. No obstante, si el límite de un compuesto es 5 mg/g, por ejemplo, no quiere decir que con 5,1 mg/g ya sea tóxico. De hecho, el margen legal que se deja es muy amplio.

También esto se puedo aplicar a gases, por ejemplo, a las emanaciones de las chimeneas de las industrias. Una fábrica, por ejemplo, está echando al aire una cantidad de tóxicos, pero si se diluye convenientemente todo ese vertido, tal y como se especifica legalmente, la concentración de tóxicos bajaría por debajo del umbral admisible, y no sería peligroso respirar ese aire. El problema, como muchas veces ocurre, es que si hablamos de sustancias muy tóxicas, el nivel de dilución a aplicar es tan grande, que resulta un problema de diseño, y hay que recurrir a otros métodos de purificación antes de emanar esos gases.   



Con lo cual, podemos estar tranquilos y no horrorizarnos si vemos que algún producto contiene bisfenol A, por ejemplo. Hay que dejar de tener miedo a las compuestos químicos, pues absolutamente todo, están formado por ellos, y gracias a ellos nuestras vidas pueden ser más fáciles. 

domingo, 16 de febrero de 2014

Guerra total

¡Saludos lectores! El tema que nos ocupa hoy es bastante interesante: Guerra total, o cómo destruir un país. La carrera armamentística hoy en día sigue más viva que nunca. Muchos países invierten grandes porcentajes de su PIB en investigación militar. Nadie sabe a dónde conducirá todo esto, si simplemente será una escalada armamentística sin fin, o si algún día estallará algo como la III guerra mundial que ponga en juego todas estas armas.

Cabe destacar que el fin de todo esto es simplemente disuasorio; es decir, tener una gran capacidad militar hará que otros se lo piensen dos veces antes de atacar. Dicho de otro modo, las armas se fabrican para no usarse, algo paradójico pero cierto. Muchos critican la utilidad o no de todo esto, pero yo lo veo más como un seguro de coche. Todos los años ustedes dedican parte de sus recursos a pagar dichos seguros, pareciendo incluso que se trata de dinero tirado a la basura, sobre todo si son buenos conductores y nunca les pasa nada. Pero… el día que pasa algo… agradecen al cielo por haber tenido seguro. Pues pasa lo mismo con las armas.

La tecnología militar ha sufrido una gran revolución desde la introducción de la electrónica, que ha permitido crear nuevos sistemas de defensa, coordinar equipos e incluso aviones teledirigidos sin necesidad de llevar piloto. La ventaja de la electrónica es brutal, por tanto, quien quiera tener un gran poderío militar debe fijarse en este aspecto, más que en reclutar soldados.

Pero, ¿cuál es el arma definitiva? ¿La que acabará con todos nuestros enemigos? Esta pregunta no tiene respuesta, ya que cada vez que surge un arma, el enemigo ya está ideando como protegerse frente a esa arma, y cuando logra hacerlo, el primero ya está investigando cómo desactivar su protección. No existe el arma definitiva, pero el truco de la guerra consiste en utilizar tus puntos fuertes y atacar los puntos débiles del enemigo, en realizar acciones rápidas e inesperadas, que den al enemigo poco tiempo de respuesta, un único ataque rápido y fulminante que decida la guerra. O también se podría hacer lo contrario, atacar los puntos fuertes del enemigo, ya que con el enemigo podría pensar que no estamos tan locos para cometer esa insensatez, y no esperarían tal acción. En definitiva, la guerra es como una partida de ajedrez.

Seguro que si piensan en guerra del futuro, les vienen a la cabeza las bombas nucleares, Hiroshima y Nagasaki, Chernóbil, etc. Momentos de la historia que queremos borrar de nuestra memoria pero que podrían repetirse. Existen dos tipos de bombas nucleares, las de fusión y las de fisión. Las de fusión constan de un núcleo de algún material radiactivo, átomos de alta masa atómica, como el uranio o el plutonio. La idea consiste en lograr que el núcleo supere la masa crítica en el momento de la detonación. Entonces, los átomos se vuelven inestables y se fragmentan en átomos más pequeños, generando así la fragmentación de átomos vecinos y una rápida reacción en cadena. Estas reacciones liberan una gran cantidad de energía, que es la que genera tales destrozos.

Por otra parte tenemos las armas nucleares de fusión, que están basadas en la energía desprendida al fusionar átomos de hidrógeno, por lo que se conoce popularmente como bomba H. Consta en su interior de una pequeña bomba de fisión y un combustible de algún isótopo de hidrógeno (deuterio o tritio). Cuando se detona la bomba de fisión, el combustible alcanza temperaturas termonucleares, que producen la fusión de los isótopos de hidrógeno, con la consecuente liberación de neutrones y la propagación de dicha reacción, liberando gran energía. Por tanto, no se trata de una bomba de fusión, sino más bien de fusión/fisión, y a veces suele incorporarse material fisible, por lo que se añade otra etapa de fusión, siendo una bomba de fusión/fisión/fusión. Y por tanto, con efectos mucho más devastadores que las de sólo fusión. De hecho, la bomba nuclear más potente jamás detonada, fue la bomba del Zar, por la URSS en 1961, y era una bomba de fisión, que alcanzó el récord de los 50 megatones.

Queda patente pues el enorme poderío de estas bombas, ¿pero por qué aún no se han usado para destruir objetivos enemigos? (exceptuando claro, el caso de Hiroshima y Nagasaki). Porque el efecto de estas armas es tan devastador que existe un miedo generalizado a usarlas, ya que un solo lanzamiento, podría generar una escalada de lanzamientos como respuesta, que dejaría ambos países totalmente destruidos en menos de una hora, según algunas estimaciones. Muchos han denominado esta hora como la hora del Armagedón, aunque a mí me gusta más llamarlo la hora del Juicio Final, en alusión a la película Terminator 3, y sería la duración total de una guerra nuclear, increíblemente corta, pero increíblemente devastadora.



Eso sí, una cosa es tener la tecnología apropiada para destruir un país, pero otra cosa es saber cómo enviar la bomba a su destino. Una opción es montar las bombas en aviones, posicionarse sobre el objetivo y lanzarlas, con los evidentes inconvenientes de tener que desplazar tal pesada carga y riesgos de ser derribados por fuerzas antiaéreas. Lo más efectivo sería montar las bombas sobre misiles balísticos intercontinentales y lanzarlos. Pero se podría dar un paso más allá. En el pasado, cuando surgió la aviación, dominar el cielo era una ventaja estratégica sobre países menos avanzados en ese sentido. Ahora todos los países tienen una fuera aérea, pero sólo dentro de la atmósfera. La dominación del espacio exterior puede dar una ventaja decisiva en una guerra nuclear. Quien domine el espacio podrá atacar impunemente cualquier parte del planeta, sin preocuparse de que le devuelvan el golpe, ya que pocos países tienes la facultad de enviar objetos al espacio, y menos aún con la suficiente precisión y rapidez para destruir un blanco. Además no sólo es útil como estrategia ofensiva, sino también como defensiva, ya que supone una base de misiles perfecta para detectar y neutralizar misiles balísticos intercontinentales que sean lanzados por el enemigo.

Pero no sólo, existen otras armas muy devastadoras. Una que en concreto me ha llamado la atención es el Multi Pulso Electromagnético de gran altitud o HEMP en inglés. Se trata de un arma con el que ya estamos muy familiarizados, pues aparece constantemente en la saga Matrix. Dicha arma crea un campo electromagnético a su alrededor que inutiliza cualquier máquina dentro de su perímetro de acción. Así es como las naves de Sion podían defenderse de los centinelas que le acosaban. Por ejemplo, los asteroides y meteoritos son capaces de generar un EMP. Al impactar contra la Tierra liberan grandes cantidades de energía. Si hubiera alguna ciudad cerca, ésta se quedaría a oscuras.

Sin embargo, las armas nucleares son capaces de generan un multipulso cuando son detonadas. El proceso conlleva tres componentes. En el primero, conocido como E1, la radiación gamma de la bomba ioniza átomos de la alta atmósfera, cuyos electrones salen disparados al 90% de la velocidad de la luz sobre el área afectada. Esto produce una corriente inducida alto voltaje en los circuitos que literalmente los dejan fritos.

El siguiente componente, el E2, que está producido por rayos gamma inelásticos y rayos gamma provenientes de neutrones. Tiene unas características similares a las de un rayo, por lo que los circuitos a menudo están protegidos contra ellos.

Y por último tenemos el E3, que es bien distinto a los anteriores, está causado por la distorsión magnética temporal que genera la detonación, este magnetismo genera una corriente eléctrica de alto voltaje en los circuitos que los inutiliza.

Es posible proteger los circuitos contra estos ataques, aunque evidentemente esta protección es limitada, y además el coste de proteger todos los circuitos de un país sería astronómico, con lo cual sería un ataque muy eficaz. El modo de ataque sería cargar la bomba en un misil balístico intercontinental y enviarlo al país objetivo, haciéndola estallar a gran altitud sobre éste, de esa manera, el multipulso se propaga sobre la superficie. Cabe mencionar que tras un ataque como éste, el país estaría completamente indefenso. Sin electricidad, sin luz, sin teléfonos, etc. Todos los equipos de defensa y ataque quedarían inservibles, y el país totalmente vulnerable a una ofensiva exterior. Pero no sólo eso, también estaría muy expuesto a ataque desde el interior, revueltas, disturbios, pillajes, saqueos, etc. Una situación realmente caótica, que nos haría entender cuán elevada es nuestra dependencia de la electricidad.  

Estas son las posibles formas que podrían adoptar las guerras del futuro. Y por último me gustaría despedirme con una frase de Dwight Eisenhower: “La única manera de ganar la III Guerra Mundial es evitarla”.