viernes, 16 de octubre de 2015

No es la cantidad, es la concentración

¡Saludos lectores! Lamento mi ausencia, en verdad no tengo excusa para justificarla. No obstante, ahora que tengo un tema interesante que tratar, creo que es de justicia compartirlo con ustedes.

El otro día, mientras hablaba con mi madre, me contó lo que le pasó una vez. Mientras preparaba comida, le echó demasiada sal y encontró un truco para que estuviera menos salado: echar más agua. Y le dije que en verdad lo que había pasado es que había la misma cantidad de sal, lo que había cambiado es el volumen total, por lo que la salinidad disminuye. Mi madre no me creyó, y siguió sosteniendo que la cantidad de sal había bajado.

No es tan difícil de comprender, la salinidad es la concentración de sal, que se mide en diversas unidades, como por ejemplo gramos por litro. Lo que significa esto es que se divide la masa total de sal entre el volumen total de agua, con una fórmula como ésta:

Matemáticamente hablando, hay dos maneras de bajar la salinidad, o se disminuye la cantidad de sal, o se aumenta el volumen de agua. Y volviendo al ejemplo de la comida, dado que es muy difícil extraer la sal, la solución más viable es añadir agua. De ese modo, manteniendo intacta la cantidad de sal, disminuimos la salinidad.

Y este concepto tan sencillo de entender me ayuda a enlazar con otro tema que no es tan bien comprendido por la población general. Siempre se ha hablado de la peligrosidad de los compuestos químicos. Por poner un ejemplo, envases que contengan bisfenol A. muchas personas se horrorizarían al pensar en tomar comida de un envase semejante, cuando influyen diversos factores, pero el más importante de todos es, sin duda, la dosis; es decir, qué cantidad de ese tóxico se introduce en nuestro cuerpo, y en qué volumen está diluido. Pues ocurre como en el caso de la sal. Si está muy diluido, no habrá efectos, y estos efectos aumentarán a medida que mayor sea la concentración.

Lo que quiero decir con todo esto es que un compuesto químico no es tóxico per se, sino en función de la dosis. Y que tomar la misma cantidad puede tener efectos distintos en distintos volúmenes. Por ese motivo, todos los compuestos químicos potencialmente nocivos, tienen una concentración límite que deben tener en los diversos productos de consumo. No obstante, si el límite de un compuesto es 5 mg/g, por ejemplo, no quiere decir que con 5,1 mg/g ya sea tóxico. De hecho, el margen legal que se deja es muy amplio.

También esto se puedo aplicar a gases, por ejemplo, a las emanaciones de las chimeneas de las industrias. Una fábrica, por ejemplo, está echando al aire una cantidad de tóxicos, pero si se diluye convenientemente todo ese vertido, tal y como se especifica legalmente, la concentración de tóxicos bajaría por debajo del umbral admisible, y no sería peligroso respirar ese aire. El problema, como muchas veces ocurre, es que si hablamos de sustancias muy tóxicas, el nivel de dilución a aplicar es tan grande, que resulta un problema de diseño, y hay que recurrir a otros métodos de purificación antes de emanar esos gases.   



Con lo cual, podemos estar tranquilos y no horrorizarnos si vemos que algún producto contiene bisfenol A, por ejemplo. Hay que dejar de tener miedo a las compuestos químicos, pues absolutamente todo, están formado por ellos, y gracias a ellos nuestras vidas pueden ser más fáciles. 

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