La energía, uno de
los elementos más importantes de la civilización. Pero, ¿qué es exactamente? La
verdad hay varias definiciones. A mí personalmente me gusta definirla como la
capacidad de realizar un trabajo, ya que ilustra perfectamente su función. No es
algo que en sí sea útil, sino algo por medio del cual lograremos multitud de
fines.

A medida que tanto la población humana
como sus necesidades aumentaron, también aumentó la necesidad de energía. Hasta
tal punto que hoy en día deben producirse ingentes cantidades de ella. Para
hacernos una idea, en 2012 se consumieron aproximadamente 5,6x1020
J. Lo cual bastaría para encender 295.000.000.000 lámparas de 60 W durante un
año.
La cantidad de energía que es necesario
producir es tan ingente que se crean graves problemas. Existen muchos modos de
producirla, aunque tradicionalmente el método más popular es el uso de
combustibles. Se trata de una reacción de combustión simple, en donde un
combustible reacciona con oxígeno, generando dióxido de carbono (CO2)
y agua. Y eso si el combustibles fueran sólo hidrocarburos (hidrógeno y carbono
únicamente), ya que si nos encontramos otros heteroátomos como el nitrógeno o
el azufre, se producirían los correspondientes óxidos.
En la Antigüedad, en la Edad Media y la
Edad Moderna, esto no suponía ningún problema, debido a la baja población y a
las reducidas necesidades energéticas. Hoy en día, sabemos que el CO2
es el principal gas de efecto invernadero, que eleva la temperatura del
planeta. Y su producción actualmente es tan elevada que sus efectos ya son
notorios. Sólo hay una excepción, y es que se ha comprobado en las burbujas de
aire atrapadas en el hielo de Groelandia, que hace unos 2.000 años la
concentración de CO2 subió anormalmente, coincidiendo con la época
de apogeo del Imperio Romano. Al parecer, por aquella época se logró un
desarrollo tan elevado, que incluso su quema de combustibles lograba influir en
el CO2.
No obstante, el problema que hay
actualmente es mucho más grave, lo cual nos obliga a pensar en soluciones. Pero
antes hemos de preguntarnos, ¿cuáles son las principales fuentes de CO2?
Pues bien, corresponden a la quema de combustibles fósiles, el transporte y la
generación eléctrica. Pero en muchos casos estos dos últimos factores podemos
introducirlo en el primero, ya que el transporte casi siempre obtiene su
energía de combustibles fósiles, y la generación eléctrica en gran parte
también procede de combustibles fósiles.

Un
tema polémico es el coste de estas energías. He buscado información, pero en
muchos casos ésta está sesgada tanto por defensores de dichas energías como por
sus detractores, ergo es difícil tener una opinión objetiva.
Aun
así, con el uso de combustibles fósiles se puede reducir la emisión de CO2.
Eso depende del número de átomos de carbono que tenga cada molécula de
combustible. Por ejemplo, la gasolina tradicional, que es una mezcla de
hidrocarburos, mayoritariamente el octano (C8H18). Éste
posee ocho átomos de carbono en su estructura, con lo cual en su combustión
desprenderá ocho moléculas de CO2. El butano (C4H10),
sólo tiene cuatro átomos de carbono, por lo que sólo desprenderá cuatro
moléculas de CO2. Con lo cual, lo deseable es ir disminuyendo el
tamaño de la molécula todo lo posible. Podemos llegar hasta el metano o gas
natural (CH4), con un solo carbono en su estructura. Se trata del
hidrocarburo que menos CO2 emite. Pero, ¿por qué no seguir avanzando?
¿Y si quitamos el último carbono? Pues lo que tendremos será hidrógeno (H2),
que al reaccionar con oxígeno genera grandes cantidades de energía, y el único
gas producido es agua.
Por
otra parte, este procedimiento que hemos seguido, aparte de ser ambientalmente
beneficioso, también lo es energéticamente. El octano produce al quemarse una
energía de 46,75 J/g. La del butano es de 49,58 J/g. La del metano de 55,62
J/g. Y la del hidrógeno 143 J/g. Es decir, bajar la cantidad de carbonos
reducirá las emisiones de CO2 y aumentará la eficiencia energética.
Esto ocurre porque el carbono interfiere negativamente en el proceso de
combustión.
Y,
¿por qué no vemos a nadie por ahí conduciendo coches a hidrógeno? Porque el
hidrógeno es increíblemente poco abundante en este planeta. Su concentración en
la atmósfera es de apenas 1 parte por millón. Y obtener hidrógeno es un proceso
absurdo. Se podría tomar agua (que es muy abundante), y por electrolisis
convertirla en hidrógeno y oxígeno, que posteriormente habría que separar. Todo
este proceso consumiría más energía de la que se generaría después, por ello es
trata de un proceso absurdo.
Por
tanto, descartamos el hidrógeno como fuente de energía. Podemos observar el
hidrocarburo inmediatamente superior, que es el ya mencionado metano, que
produce una gran cantidad de energía, con unas mínimas emisiones de CO2.
En cuanto a la disponibilidad del mismo, se trata de un hidrocarburo muy
abundante. Existen multitud de países con yacimientos de gas metano, lo cual
aporta otra ventaja. Pues otros hidrocarburos de mayor peso molecular se
obtienen del petróleo, recurso que sólo se encuentra en ciertos países, los
cuales se caracterizan por una gran inestabilidad política y social. Con lo
cual, el petróleo está muy sujeto a los vaivenes que sufre Oriente Medio, cosa
que con el metano no ocurre, ergo se trata de un recurso muy importante.

Otra
ventaja que ofrece el metano es su coste inferior al de la gasolina o el
diésel. A continuación se detalla una comparativa de tres modelos de Seat León.
Uno diésel, otro a gasolina y el último a metano. Como se puede ver, a pesar
del superior precio de un coche a metano, lo compensa con un muy inferior coste
en combustible.
Modelo
|
Precio
€
|
Consumo
L/100km
|
Combustible
€/L
|
Coste
100 km
|
León
1,6 TDi
|
22.170
|
3,8
|
1,35
|
5,13
|
León
1,4 TSi
|
20.580
|
5,2
|
1,4
|
7,28
|
León
1,4 TGi
|
22.690
|
3,5
|
1
|
3,5
|
Hay quien en estos días esté más a
favor de usar un coche eléctrico que uno de combustible, por el tema de las
emisiones. Hay que tener una cosa en cuenta. La electricidad NO es una fuente
de energía, sino un vector de energía. Esto quiere decir que lo que hace la
electricidad es generarse a partir de una fuente energética, transportar esa
energía hasta donde deba usarse, y por último esa electricidad se transforma en
el trabajo que haya que hacer. Dicho de otro modo, la electricidad es una
moneda de cambio para el transporte de energía. Si yo conduzco un coche eléctrico,
no estoy generando ninguna emisión, pero la electricidad que estoy usando, tal
vez sí que tuvo emisiones durante su producción, con lo que no hemos hecho
ningún favor al medio ambiente. Es más, lo hemos perjudicado, porque en el
proceso de generación, transporte y posterior consumo, hay pérdidas de energía,
lo que hace que se necesiten realizar más emisiones contaminantes para producir
la misma cantidad de energía.
En ese sentido un combustible es una ventaja,
ya que al quemarse, la energía se genera y se consume en el mismo lugar, con lo
que las pérdidas son mucho más leves, y más aún si hablamos de un coche a
metano. Es decir, los combustibles sí que son fuentes de energía.
Y por último, pero no por ello menos
importante, no me gustaría irme sin hablar de la energía nuclear. Un tipo de energía
bastante polémico actualmente. A grandes rasgos, consiste en obtener energía a
través de ciertas reacciones nucleares; es decir, reacciones en las cuales
cambia la naturaleza de los átomos implicados. Existen fundamentalmente dos
maneras de obtener energía nuclear: la fisión y la fusión.
La fisión nuclear, que es el método que
nosotros usamos, consiste en tomar átomos de peso molecular muy grande, como el
uranio, el cual es bombardeado neutrones. De esta manera, el uranio se vuelve
inestable, y se divide en fragmentos más pequeños y en más neutrones, que
continúan colisionando con estos fragmentos, generando una reacción en cadena
que produce energía. Ésta energía es empleada para calentar agua hasta que se convierta
en vapor, y este vapor mueve las turbinas que produce energía.
Como
se puede observar, en el proceso no se han generado emisiones, se trata de una
de las grandes ventajas de la energía nuclear. Pero el gran inconveniente llega
cuando las barras de uranio se agotan, y se transforman en residuos
radiactivos, los cuales es necesario almacenar en instalaciones adecuadas hasta
que pierdan su radiactividad.


Así
que, a fin de cuentas, hemos de concluir que aún no se ha desarrollado la
fuente de energía definitiva. Por ello es tan importante seguir investigando
para hacerlo, ya que nuestro modelo energético es inviable, y sólo se mantendrá
por tiempo limitado.