Desde
hace unos días es noticia esa famosa boina de contaminación que se extiende por
Madrid. Se trata de un grave problema que las autoridades tratan de paliar como
pueden. Pero, ¿qué es exactamente esa contaminación y de dónde proviene?
Intentaremos responder a estas cuestiones.
La causa de esa contaminación no es
otra que el llamado esmog fotoquímico. La palabra esmog es un anglicismo que
proviene de “smoke” (humo) y “fog” (niebla), debido al aspecto que tiene dicha
contaminación. Para que se produzca deben darse tres condiciones: alta densidad
de tráfico e industria, condiciones
meteorológicas y orográficas que permitan el cierre del sistema y elevado grado de insolación.
La principal causa del esmog
fotoquímico es el tráfico, básicamente lo que sale por el tubo de escape. Recordemos
(y si no lo recuerdan, se lo digo) que a el motor de combustión interna
necesita un combustible (la gasolina o del diésel) y también un comburente (el
oxígeno del aire), para que ambos mezclados produzcan la combustión que pone en
marcha los pistones que mueven el coche.
La combustión es una reacción de
oxidación, donde los hidrocarburos presentes en la gasolina o diésel se “queman”
hasta formar monóxido de carbono (CO), dióxido de carbono (CO2) y
agua (H2O). Pero como hemos usado aire como comburente, que aparte
de oxígeno también contiene nitrógeno (N2), este último también se “quema”,
formando dióxido de nitrógeno (NO2). Por otra parte, no todo el
combustible se quema, de modo que quedan rastros de hidrocarburos inquemados. Toda
esa mezcla no puede salir a la atmósfera porque es extremadamente contaminante.
Por ello todos los coches disponen de un convertidor catalítico, cuya función
es oxidar el CO y los hidrocarburos inquemados a CO2, y reducir el NO2
a N2. De modo que lo que sale por el tubo de escape es CO2,
N2 y H2O. Siendo los dos últimos inocuos, y el primero es
inocuo para nosotros, aunque no tanto para el medio ambiente.
El problema es que el convertidor
catalítico no es 100% eficiente, con lo cual siempre va a haber restos de
hidrocarburos inquemados, CO y NO2 en el tubo de escape. La concentración
de estos contaminantes es muy baja y nada preocupante, pero en una gran ciudad como
Madrid, con tantos coches, todos estos contaminantes pueden acumularse y
suponer un problema.
Pero para que tal cosa se dé, debe
haber unas condiciones meteorológicas y orográficas que lo permitan. Es decir,
los contaminantes tienen que quedar atrapados, de modo que se acumulen y su
concentración aumente. Esto ocurre cuando se da una inversión térmica.
Habitualmente, al subir de altitud, el
aire se va enfriando gradualmente. En una inversión térmica se da la situación
opuesta; es decir, una capa de aire frío queda por debajo de otra capa de aire
más caliente. Las causas de este fenómeno son varias y muy extensas de
explicar, con lo cual no voy a tratarlas. Pero la consecuencia fundamental de
este fenómeno es que todos los contaminantes no pueden salir de esta capa de
aire frío que se forma, con lo cual se van acumulando.
Pero no basta con esto. Ahora interviene
la tercera condición, que es la insolación; es decir, debe haber una exposición
al sol, por ello este fenómeno tiene el nombre de fotoquímico. Porque se producen
una serie de reacciones catalizadas por la luz solar, que en sí son bastante
complejas, pero básicamente lo que ocurre es que el NO2 se degrada a
NO, produciendo ozono (O3), y también se forman muchos radicales
como el O·, el HOO· y el HO·, que actúan como
intermediarios para que los hidrocarburos inquemados y CO se oxiden a
compuestos como aldehídos, nitrato de peroxiacilo (PAN) etc, altamente
contaminantes.
De esta manera, se forma la neblina
contaminante que conocemos como esmog fotoquímico. Sus principales efectos son
la pérdida de visibilidad, las plantas tienen dificultad para realizar la
fotosíntesis. Y además, a nivel humano, provoca diversos problemas respiratorios
y debilita el sistema inmunitario.
Multitud de ciudades se han enfrentado
a este problema. Dado que la principal causa es el tráfico, una de las mejores
medidas es tratar de reducirlo. Como por ejemplo permitiendo un día acceder al
centro sólo a coches con matrículas pares, al día siguiente sólo a coches con
matrículas impares, y así consecutivamente. Limitar la velocidad para evitar
una mayor emisión de contaminantes. E incluso una medida mucho más eficaz, que
es ofrecer transporte público gratuito.
Sea como fuere, la resolución de este
problema está en manos de los usuarios de vehículo privado. Tal vez sea hora de
aprender que nuestras acciones tienen consecuencias, aunque no lo parezca.