Saludos
de nuevo, he vuelto para ofrecer otra nueva entrega de los tópicos de la
ciencia-ficción.
¿Puede
la Tierra dejar de girar?:
En
algunas películas este tema ha sido bastante empleado, los devastadores efectos
que tendría una parada en seco de la rotación de nuestro planeta. Lo que se
suele postular, es que al dejar de girar, siempre habría media cara del planeta
orientada al sol, mientras que la otra estaría oscura. Así, la cara iluminada
aumentaría su temperatura hasta convertirla en un hervidero inhabitable,
mientras que la cara oscura perdería calor hasta quedarse totalmente congelada.
Por otro lado, quedaría una zona intermedia, entre la cara iluminada y la
oscura, con una temperatura soportable, en la que se podría sobrevivir.
Esta
teoría tiene muchas lagunas y ahora lo explico. Cuando hablan de que la Tierra
deje de girar, ¿a qué se refieren exactamente? Pues el movimiento es relativo;
es decir, depende el punto que se tome como referencia. He de suponer (aunque
no sé si estaré en lo cierto), que la Tierra deja de girar sobre sí misma, pero
lo sigue haciendo alrededor del sol. En ese caso, ¿ocurriría lo que he
mencionado anteriormente? La respuesta es no. Si hemos dicho que la Tierra ha
dejado de girar, es imposible que mantenga siempre la misma media superficie
orientada a Sol.
Imaginemos
que el 1 de enero, la cara A está orientada al Sol, mientras que la cara B está
a oscuras. El 1 de julio de ese año, seis meses después, la Tierra habrá
completado medio ciclo de traslación y estará al otro lado del Sol; o sea, que
la cara A estará a oscuras y la cara B iluminada. Se produciría una situación
similar a la de los polos, seis meses de oscuridad con seis meses de luz. Las
temperaturas serían muy extremas, pero no tanto como lo serían si siempre se estuviera
iluminado o a oscuras. Por otra parte, no existiría ninguna zona habitable,
todo el planeta se vería afectado por adversas condiciones. ¿Qué tendríamos que
hacer si quisiésemos orientar siempre la misma cara a de la Tierra hacia el
Sol? Pues muy fácil, tendríamos que sincronizar el ciclo de rotación y de
traslación de la Tierra; es decir, que la Tierra gire sobre sí misma una vez en
365 días, es un fenómeno conocido como rotación capturada. Es una situación
análoga a la de la Tierra con respecto a la Luna. La Luna tiene sus periodos de
rotación y traslación igualados a 28 días, por eso siempre nos muestra la misma
cara. Si la Tierra fuese el Sol, la Luna tendría siempre la misma cara siendo
abrasada.
La
Tierra tiene una masa de 5,97x1024 kg, y un radio de 6371 km. Ello
conlleva que la Tierra tiene un momento de inercia de I = 2/5mR2 =
9,7x1037 kg·m2. Con todo ello, esta enorme inercia que
hace que mantenga su movimiento, siempre que no actúen otras fuerzas externas. Cuesta
imaginar un cataclismo cósmico que consiga detener por completo. Imaginemos que
ocurre. Aunque la Tierra esté detenida, los gases de la atmósfera seguirán
girando por inercia, lo que provocaría vientos de miles de kilómetros por hora,
dependiendo de la zona, y destruiría por completo la superficie terrestre.
Si
sobreviviésemos a eso, otra pequeña sorpresa nos esperaría. Dado que la Tierra
tiene menor radio en los polos que en el ecuador, todo el agua del planeta se
desplazaría a los polos por efecto de la gravedad, agua que actualmente se mantiene
dispersa por el planeta por la fuerza centrífuga de la rotación. Una vez que
ésta termine, se formaría un gran océano en el hemisferio norte, y otro en el
hemisferio sur, además de una gran extensión de tierra a lo largo del ecuador. Si
no se encuentran cerca del ecuador, difícilmente sobrevivirán.
Y
por último, lo más terrible de todo. La Tierra posee un enorme escudo
electromagnético que protege al planeta de las distintas y mortíferas
radiaciones y partículas energéticas que nos envía el Sol a diario. Sin este
escudo, la Tierra sufriría un continuo bombardeo solar, aparecerían auroras
boreales por todo el mundo, los aparatos eléctricos dejarían de funcionar, y
finalmente, el mundo se cocería totalmente, convirtiéndose en una enorme roca
sin vida. No habría salvación posible, salvo escapar del planeta. El caso es
que este escudo es generado por la rotación del metal líquido en el núcleo
externo del planeta, si deja de girar, el escudo se desmorona, y adiós.
Todos
estos escenarios son muy improbables, dado lo difícil que es que sufra una parada de la rotación súbita, pero, ¿y una desaceleración lenta y gradual? Pues es posible y
de hecho ocurre. El día dura 23 horas y 56 minutos, se cree que hace billones
de años, duraba 13 horas. Cada día la Tierra se ralentiza cada vez más, aunque
no se sabe a ciencia cierta si la ralentización es constante o acelerada, o si
alguna vez llegará a detenerse completamente. Lo que sí sabemos, es que
entonces la vida en el planeta será imposible.
¿Hace
frío en el espacio?:
En
muchas películas hemos vistos personas congelarse al salir al espacio sin traje
de protección, ¿qué de cierto hay en esto? En primer lugar, en el mundo de la
Ciencia, el frío no existe porque no tiene entidad en sí mismo, un objeto puede
ser más caliente o menos caliente, pero siempre tendrá algo de calor. Ahora, ¿a
qué me refiero cuando hablo de calor? El calor, microestructuralmente hablando,
está generado por los átomos y moléculas, que vibran y producen una determinada
energía cinética, cuanta más energía cinética, diremos que el objeto está más
caliente, y eso es lo que medimos con el termómetro. Ahora, esto en el espacio,
¿cómo lo traducimos? El espacio está vacío, no hay casi moléculas que puedan
vibrar y generar calor, por tanto, no es que haga frío o calor, simplemente no
hay forma de medirlo. Lo que sí se puede medir es la temperatura de objetos que
estén en el espacio. Existen tres formas de transmitir el calor: conducción,
convección y radiación.
La
conducción es aquella a la que más estamos acostumbrados. Cuando se ponen en
contacto un objeto frío y otro caliente, el calor pasa del cuerpo caliente al
frío hasta igualar las temperaturas. La convección se basa en el movimiento de
fluidos a distintas temperaturas por acción de su densidad. Es decir, es lo que
popularmente se conoce como que “el calor sube”. El aire caliente es menos
denso que el frío, porque sus moléculas tienen más energía cinética, vibran más
y se separan más entre sí, hay menos moléculas por unidad de volumen; es decir,
menos densidad. Como saben, la materia más densa queda abajo, y la menos densa
arriba. No obstante, estas dos maneras de transportar el calor no valen en el
espacio porque allí no hay materia (moléculas) para poder transportarlo.
Por
último tenemos la radiación, que consiste en que un cuerpo puede ganar o perder
calor, simplemente recibiendo o emitiendo algún tipo de radiación. Por ese
motivo, en los días de calor, hace más calor al Sol que a la sombra, porque el
Sol es una fuente de radiación, y los objetos expuestos a ella se calientan
más. Y al contrario, un objeto si está mucho tiempo a la oscuridad, emitirá
calor, enfriándose él mismo.
Así,
en el espacio sucederá algo parecido. En una nave espacial, por ejemplo, si
tiene una zona expuesta al sol, esta puede calentarse hasta alcanzar cientos de
grados. Mientras que una zona expuesta a la oscuridad, perderá calor hasta
enfriarse cientos de grados. Siempre hasta un límite, pues no es posible
arrebatar a un cuerpo toda su energía calorífica. Va a ver un punto en que las
moléculas están totalmente quietas. Es lo que se llama cero absoluto, y que se
encuentra a -273,15 ºC. De momento, no se ha alcanzado esa temperatura, aunque
ha habido muy buenos acercamientos, y mucho menos rebasarla; o sea, alcanzar
temperaturas absolutas negativas. Pero si algún día se consiguiese, las
repercusiones en la termodinámica y en la ciencia en general serían… bíblicas…
Saludos
de nuevo, me dirijo hoy a ustedes para tratar un nuevo tema que se me ha
ocurrido, los tópicos de la ciencia-ficción. ¿Nunca se han preguntado, al ver
alguna película o serie de ciencia-ficción, si lo que ahí muestran sería
posible? Por ello, he decidido recopilar algunos de los tópicos más
interesantes y explicar si podrían ser reales y por qué.
Explosiones
en el espacio:
Todos
estamos muy acostumbrados a las típicas batallas espaciales entre enormes
ejércitos que chocan entre sí. Un gigantesco crucero estelar ataca a otro con
artillería pesada, provocando enormes explosiones en su casco, y finalmente su
destrucción. ¿Cuánto hay de cierto en ello? Muchos postulan que como en el
espacio no hay oxígeno, sería imposible que algo explotase. Esto no es cierto,
un explosivo funciona incluso sin oxígeno. Dado que la explosión ocurre de
manera muy rápida, muchas veces no da tiempo a que el oxígeno atmosférico se
reponga, por ello, las bombas llevan en su composición su propio oxidante. Esto
les permite explotar más rápidamente, y hacerlo incluso bajo el agua o en el
espacio. Y aunque no se incorporara tal oxidante, podría seguir siendo posible,
pues una nave espacial, cabe esperar que si está preparada para el uso humano,
tenga una atmósfera en su interior, y que contenga oxígeno, entre otras cosas. Al
reventar el casco, un disparo debería ser capaz de poner en fuga todo ese
oxígeno causando una explosión. Y más aún, pues una nave cabría esperar que
llevase una elevada cantidad de combustible a bordo. Todo ese combustible más
el oxígeno de las zonas habitables, convierten la nave en una bomba de
relojería a punto de estallar.
Battlestar Pegasus antes de ser destruida
Aun así, no sería explosiones similares a las de la Tierra. No hemos de olvidar que estamos en el espacio, que está vacío. Ahí los gases se expanden debido a que no hay ninguna presión exterior. Por tanto, los gases generados en la explosión saldrían expulsados en seguida, y ésta sería considerablemente corta y fugaz. No sería posible ver una nave enormemente dañada tras un combate, con grandes llamaradas por todo su casco y echando humo. Esto sí que no.
Sonidos
en el espacio:
Éste
es otro de los problemas que se nos presenta. En las películas siempre se puede
oír el fragor del combate galáctico: disparos, explosiones, choques… ¿Qué de
verdad hay en esto? Muchos dicen que el sonido no puede propagarse por el
espacio, por lo que lo que cuentan en las películas sería imposible. Y esta vez
sí que tienen razón. El sonido se propaga a través de las moléculas en el
ambiente, es como una ola. Imagínense una ola que se origina y se desplaza
hacia tierra. Una ola para moverse lo que necesita es agua, y en cuanto llega a
tierra, simplemente rompe y no puede avanzar más. Con el sonido sucede algo
similar. En el espacio no hay moléculas por las que éste pueda desplazarse. Ya se
hizo el experimento de poner un reloj en una campana al vacío y notar que
cuando se activa la alarma, no puede apreciarse ningún sonido.
Pues bien, queda demostrado así que lo que nos muestra la ciencia-ficción es falso. Pero quiero romper una lanza en su favor. Probablemente muchos directores ya sabían de este fenómeno, pero una batalla muda perdería mucho su sentido espectacular y épico. De modo que yo la considero más bien una desviación con fines estéticos, y no un fallo real de la película. Aun así, un consejo para ser más realistas: en vez de hacer una batalla muda, sería mejor hacer una batalla con banda sonora, sin los demás ruidos de la batalla, si la canción está muy bien escogida, quedará muy bien, y aportará un alto grado de espectacularidad a la batalla, si no, vean este vídeo:
Viajes
interestelares:
Probablemente,
éste sea el tema más popular y polémico en la ciencia-ficción. Pues las
distancias que separan los sistemas estelares entre sí son gigantescas. La
Voyager 1 se escapa del Sistema Solar a una velocidad de 17 km/s. Teniendo en
cuenta que la estrella más cercana (Próxima Centauri) está a 4,24 años-luz de distancia, o sea, a
4x1013 km. Si dividimos ambos término obtenemos 2,35x1012
segundos, es decir, 74.518 años. Es evidente que ese tipo de propulsión es
totalmente insatisfactorio. Hace falta más velocidad.
La
ciencia-ficción ha solventado estos problemas de muchas maneras, algunas más
realistas y otras más “imaginativas”. La verdad es que lo adecuado sería una
nave con una alta capacidad de propulsión. Por ejemplo, una que funcione a una
velocidad de 200 pc/h (1 pársec=3,26 años-luz), nos permitiría llegar a la
estrella Betelgeuse en menos de una hora. El problema está en hablar de
velocidades superlumínicas. Según la teoría de la relatividad de Einstein,
ningún objeto puede superar la velocidad de la luz (c), pues entonces su masa
se haría infinita. Esa velocidad está en c=3x108 m/s, aunque es más
sencillo usar el año-luz, que es la distancia que recorre la luz en un año: 1
año-luz/año. De esa manera, se tardarían 4,24 años en llegar a Próxima
Centauri. Pero no olvidemos que esta velocidad no es alcanzable, aunque sí que
sería posible aproximarse.
Agujero de gusano
Una
de las soluciones más empleadas en la ciencia-ficción son los agujeros de
gusano, que permiten recorrer grandes distancias a través de unos túneles que
unen zonas distantes del tejido espacio-tiempo. Los agujeros de gusano
naturales son de diámetro cuántico (inferior a un átomo) y son altamente
inestables, a nada que se forme uno, ya se deshace y se forma otro. La idea es
crear agujeros de gusano artificiales entre dos puntos concretos y
preestablecidos. La manera en que se efectúa el viaje varía según la película o
serie.
Nave espacial por el hiperespacio
A veces se trata de un viaje instantáneo, otras veces se debe permanecer
dentro un tiempo, dependiendo de la distancia que se quiera recorrer. Y otras
veces, con el fin de evitar agujeros de gusano de tamaño macroscópico, que
serían más inestables, proceden a una descomposición atómica del objeto que va
a efectuar el viaje, para viajar dentro del agujero como una corriente
cuántica, y luego ser regenerado al otro lado. Y también varían en el modo denominarlo. En Star Trek lo llaman "pasar a velocidad de curvatura", en Star Wars y Stargate "pasar al hiperespacio", y en Battlestar Galactica, simplemente los denominan "saltar a determinadas coordenadas". Todas estas suposiciones, aunque
están basadas en hechos científicos, todavía resultan irrealizables. Los
científicos aún no han logrado generar un agujero de gusano artificial, y
aunque se consiguiera, habría muchos problemas para lograr que lo que entrase
ahí, pudiera salir tal y como entró. Por tanto, de momento esta hipótesis la
enmarco más en el terreno de lo imaginativo.
Halcón milenario saltando al hiperespacio
Otra
opción, menos optada por la ciencia ficción, es mejorar los sistemas de
propulsión a fin de tender a la velocidad luz (en adelante la llamaré c). Existen
muchos estudios que van en esta dirección, como el proyecto Orión o el proyecto
Dédalo, que teorizan la posibilidad de conseguir una propulsión incluso del 12%
de c. E incluso un llamado cohete de materia-antimateria podría alcanzar entre
el 50 y 80% de c. A estos niveles, los efectos de la física clásica ya no son
tan palpables, y se empieza a notar la física relativista. Se produce una
distorsión temporal, el tiempo dentro de la nave se ralentiza a medida que nos
acercamos a c. Un viaje a Próxima Centauri al 80% de c duraría 5,3 años. Esta cantidad,
aunque es elevada, muy lejos queda de los 74.518 años que tardaría la Voyager
1, y es una distancia que puede ser perfectamente por la tripulación de una
nave. Pero la realidad es mejor aún. Debido a la distorsión temporal, aunque
fuera transcurran 5,3 años, dentro de la nave habrá pasado muchísimo menos
tiempo. ¿Cuánto tiempo pasará? He encontrado una ecuación muy interesante al
respecto:
Donde
Dt0
es el tiempo medido en una nave en movimiento (por ejemplo) y Dt
sería el tiempo real transcurrido en la Tierra, v sería la velocidad de la nave
y c la velocidad de la luz. Con esta ecuación podemos “jugar” para obtener el
tiempo que nos ahorraríamos viajando a esa velocidad. Por ejemplo, para un 80%
de c, y un tiempo de 5,3 años necesarios para llegar a Próxima Centauri, se
despeja la ecuación y se obtienen 3,18 años que transcurrirían dentro de la
nave. O también, imaginemos que queremos diseñar una nave que mantenga a los
tripulantes sólo durante un año de viaje, podríamos despejar la velocidad
necesaria, que en este caso sería el 98,2% de c.
Al
margen de todos estos cálculos, querría resaltar que este método de viajar a
las estrellas es mucho más viable que el de los agujeros de gusano, ya que
presenta muchos menos problemas. Simplemente hace falta un sistema de
propulsión adecuado y una nave con un buen mantenimiento vital. Algo que
todavía no es posible, pero es más alcanzable con la tecnología actual.
Fry criogenizado
Por
último, otro método es el de la animación suspendida. La nave viaja con medios
de propulsión habituales, muy por debajo de c. Los tripulantes sobreviven al
viaje de miles de años gracias a que pueden poner sus cuerpos en animación
suspendida, es decir, se someten a un congelación extrema, para permitir bajar
sus constantes vitales al mínimo y permanecer así largos años. El problema
deriva de la formación de cristales de hielo en las células. Dado que somos un
70% de agua, toda esta agua se congela y puede producir enormes daños en las
células, hasta el punto de que sean irreparables. Y otro obstáculo es la
reanimación, pues tras siglos de inactividad, se concibe difícil poder reanimar
a una persona. Además, esta técnica serviría sólo para explorar el espacio y no
regresar a la Tierra hasta en miles de años. No se podría usar para traer
recursos de otros sistemas solares, ni para dominar o conquistar otros
planetas. Por ello, no es un método muy usado en la ciencia-ficción.
Por
todo ello, concluyo que el método que creo más adecuado para alcanzar las
estrellas en un futuro es el segundo con diferencia además.
Hace poco tiempo, tal vez hayan oído algo en las noticias acerca de la nave espacial Voyager 1. Habrán oído hablar de la heliopausa, o de un hito importante para la humanidad. Pero, ¿qué ocurrió exactamente? Yo se lo explico.
Todo comenzó el verano de 1964, gracias a Gary Flindro, un ingeniero aeroespacial del Jet Propulsion Laboratory del Caltech. En una época en la que los esfuerzos de la carrera espacial entre EE.UU y la URSS se centraban en investigar planetas cercanos como Marte o Venus, a Flindro le fue asignada la tarea de estudiar posibles rutas hacia planetas más lejanos, lo que le decepcionó enormemente. No obstante, se dio cuenta de que en la década de los 70 se iba a producir un raro alineamiento de los planetas gigantes (Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno) y se le ocurrió la idea de visitar todos los planetas en un solo viaje.
La NASA no perdió tiempo y decidió ponerse manos a la obra. Se enviarían dos naves hacia los gigantes gaseosos, llamadas Voyager 1 y Voyager 2. Antes de nada, y para asegurarse de que todo salía bien, dos naves fueron lanzadas a modo de avanzadilla, para ir abriendo camino.
En 1972 se lanzó la Pioneer 10 y en 1973 la Pioneer 11, año en que a su vez llegaba la Pioneer 10 a Júpiter. Fue el primer objeto humano que llegó al planeta. Consiguió las primeras fotos de las nubes de Júpiter, y además hizo mediciones de la radiación que emitía el planeta. Se descubrió que si se hubiera enviado a las Voyager sin más, la intensa radiación habría destruido los circuitos y mandado a pique la misión. Gracias a ello, se pudo reconfigurar las Voyager con el fin de que pudieran soportar aquella radiación. En 1974 la Pioneer 11 volvió a mostrarnos imágenes de Júpiter, y en 1979 fue la primera nave en sobrevolar Saturno.
Ahora que las Pioneer ya habían abierto el, era el momento de que las Voyager iniciasen su viaje. El 20 de agosto de 1977, fue lanzada la Voyager 2, seguida por la Voyager 1, que se lanzó el 7 de septiembre de aquel año. A pesar de esto, la Voyager 1 fue la primera en llegar a Júpiter, en marzo de 1979. Pudo acercarse al planeta mucho más de lo que lo hicieron las Pioneer, y también estudió sus satélites (Io, Calixto, Europa y Ganímedes), haciendo importantes descubrimientos. En julio de aquel año llegó la Voyager 2, que tomó unas fotografías con más resolución que su antecesora, en particular de su característica mancha roja, que resultó ser un anticiclón del triple del tamaño de la Tierra. Descubrió una importante actividad volcánica en la luna Io, y unas enormes fisuras en la superficie de la luna Europa, que bien podrían ser casquetes de hielo.
La famosa mancha roja de Júpiter
Erupción volcánica en Io
Fisuras de la superficie de Europa
Los científicos tuvieron que esperar algún tiempo para poder hacer más descubrimientos. En noviembre de 1980, la Voyager 1 se aproximó a Saturno. El tiempo de viaje se redujo considerablemente gracias a la asistencia gravitacional, que consistía en tomar una órbita en Júpiter con un ángulo adecuado que permitiera usar su gravedad para impulsar la nave a toda velocidad hacia Saturno. Allí, se dedicó a estudiar sus fascinantes anillos, la composición del planeta, y su famoso satélite Titán, aunque poco sacó en claro, debido a la densa atmósfera que lo rodeaba. En agosto de 1981, llegó la Voyager 2, que se acercó más al planeta y tomó imágenes de mayor calidad, y descubrió nuevos anillos internos. También hizo mediciones de la temperatura del planeta. La Voyager 1 abandonó la exploración de los planetas para dirigirse fuera del Sistema Solar, mientras que la Voyager 2 continuó su viaje hacia Urano en solitario.
Titán, luna de Saturno
En enero de 1986, la Voyager 2 llega a Urano. Allí se descubrió un campo magnético muy similar al terrestre, aunque se hallaba torcido respecto a la rotación del planeta. También estudió la composición de sus delgados anillos, que apenas eran visibles desde la Tierra, y la particular superficie irregular de su luna Miranda, cuya disposición hacía creer que la luna saltó en pedazos en algún momento por una colisión, y posteriormente los fragmentos se volvieron a unir, formando una superficie desuniforme. Aparte de los datos físicos del planeta, no se hicieron descubrimientos especialmente sorprendentes.
Fracturada superficie de Miranda
Ahora ya sólo quedaba un planeta, en agosto de 1989, la Voyager 2 se aproximaba a Neptuno. Descubrió que tenía unos anillos incompletos, llamados arcos. Además, poseía una climatología muy activa, con grandes bandas nubosas y fuertes vientos. Tras analizar a fondo las características del planeta, la Voyager 2 se dirigió hacia Tritón, luna de Neptuno, donde descubrió gigantescos géiseres, que expulsaban nitrógeno a cientos de kilómetros de altura.
Arcos de Neptuno
Géiser de Tritón
Esta fue la épica misión de las naves espaciales Voyager por los gigantes gaseosos. Pero la misión estaba lejos de acabarse, pues ambas naves habían cogido un gran impulso gravitacional que les llevaba hacia las estrellas. De hecho, tanto ellas como las Pioneer llevaban incorporadas unas placas donde se envía un mensaje a posibles inteligencias extraterrestres, en donde se especificaba la posición del Sistema Solar respecto a 14 púlsars, y se señalaba el tercer planeta del Sistema Solar. Algo que muchos, entre los cuales un servidor se encuentra, calificaban de extremadamente imprudente señalar la localización de la Tierra a seres cuyas intenciones nos son completamente desconocidas. Al margen de estas valoraciones, las cuatro naves espaciales siguieron cada una un camino distinto. En 1998, la Voyager 1 adelantó a la Pioneer 10, convirtiéndose en el objeto hecho por el hombre más lejano.
No obstante, a medida que pasa el tiempo, las naves se van quedando sin energía, y su capacidad de transmitir datos de ve seriamente mermada. La Pioneer 11 dejó de emitir en 1995, y la Pioneer 10 en 2003, se hicieron intentos de volver a contactar, pero fueron inútiles. Ambas naves continúan su viaje en silencio. No así con las Voyager, cuyas baterías todavía les permiten seguir emitiendo. Se prevé que la Voyager 2 deje de emitir en 2025, y la Voyager 1 entre 2025 y 2030. Unos objetos lanzados en 1977, y que todavía hoy están operativos, pone en manifiesto la elevada capacidad del sur humano para conseguir lo imposible.
Ambas sondas se dirigían hacia la helipausa, que es el lugar donde el viento solar se detiene por acción del medio interestelar, y se considera la frontera externa del Sistema Solar. Hace poco, en septiembre de 2013, la Voyager 1 detectó una densidad de electrones de 0,08 electrones/cm3, lo que indicaba que ya se había superado la heliopausa y llegado a espacio interestelar. Esto suponía que la Voyager 1 era la primera nave espacial humana que había salido de nuestro Sistema Solar, algo equiparable a otros hitos como la llegada del hombre a la Luna.
Quiero recalcar la importancia de este suceso para la humanidad, demuestra no sólo nuestra capacidad tecnológica, sino nuestro espíritu aventurero, y por conocer lo desconocido, a pesar de que no podamos hacerlo en persona. Por eso enviamos a un intermediario, la Voyager 1, que representa a toda la humanidad, y ya no es una simple máquina, no, es algo más. Ahí van todas nuestras esperanzas, nuestra ilusión, nuestra ansia por llegar más lejos que nunca, el vínculo entre la humanidad y las Voyager es más estrecho de lo que quepa imaginar. Es posible que en un futuro volvamos a encontrarnos con ellas, el reencuentro entre el Creador y la Creación, hasta entonces, hemos de contentarnos con el recuerdo de sus hitos históricos.
A día de hoy, la Voyager 1 se encuentra a 18,85 M de Km de la Tierra, y la Voyager 2 a 15,38 M de Km, y cada vez más lejos. Pueden seguir su viaje, en la página de la NASA http://voyager.jpl.nasa.gov/index.html .
¡Saludos! Tal vez me conozcan mejor por mi blog de Res Publica. He decidido hacer una división de mi blog en dos. En Res Publica, me dedicaré a tratar temas de Historia, Filosofía y humanidades en general, mientras que este blog, Horizonte de eventos, estará dedicado a temas de Ciencia y Tecnología. Espero que sea de su agrado y que disfruten con mis entradas.